NIÑOS EN LA PINTURA.

Tema entrañable donde los haya, los niños resultan ser en la pintura un tema más abundante de lo que cabría pensar. Muchos maestros se han fijado en ellos como depositarios de algunos valores humanos que se van perdiendo a medida que nos hacemos mayores, nos referimos a la ingenuidad, la ternura, la inmediatez en los comportamientos, la mirada limpia y franca, la ausencia de segundas intenciones, de malicia, etc.

Siendo cierto que, en ocasiones, los niños son crueles, inmisericordes y salvajes no lo es menos que los adultos tendemos a idealizarlos como diamantes en bruto carentes de todo lo negativo que nos traen los años, la sociedad y las experiencias negativas.

En la presente exposición puedes admirar diez obras de autores diversos en cuanto a procedencia, época y estilo. Todos ellos tienen como denominador común la representación de los niños en distintas actitudes y vivencias. Una exposición plagada de candidez, ingenuidad y travesuras. ¡Que la disfrutes!

NIÑOS TREPANDO A UN ÁRBOL. FRANCISCO DE GOYA.

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Tras la suelta pincelada del genial pintor aragonés aparece una realidad frecuente en la España del siglo XIX: la pobreza y la miseria castigando duramente a los niños. Aquí, tres se encaraman a un árbol, no sabemos si por simple juego o por conseguir algunos frutos. Resulta impactante que sus ropas sean extraordinariamente viejas y rotas, que vayan descalzos y que uno de ellos, a consecuencia de la desnutrición, presente alopecia (calvicie prematura). Afortunadamente hoy nuestro país se encuentra lejos de esa situación de necesidad y extrema pobreza, que queda más de manifiesto al protagonizarla niños ya que resulta más cruel la observación de críos pobres que la de adultos. Tres mozalbetes compenetrados para conseguir un fin, alegres a pesar de todo y con una bella combinación de tonos claros y oscuros hacen de esta pintura una obra verdaderamente ejemplar.

Para Goya, los niños siempre fueron motivo de inspiración y de ternura, incluso en sus años más duros, cuando perdió a sus amigos, se quedó sordo y fue perseguido por la inquisición.

UNA CLIENTELA DURA. GEORGE BROWN.

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He aquí una estampa deliciosa, una niña prepara ramitos de flores para venderlos mientras tres traviesos muchachos, en actitud divertida están bromeando y riéndose ante la aparente indiferencia de la chiquilla. George Brown, pintor realista norteamericano del siglo XIX ha logrado aquí una de sus más completas obras. Fíjate en las limpias sonrisas de los tres chicos abrazados amigablemente en contraste con la actitud de suma concentración de la niña, con la mirada fija en su bella tarea, sentada sobre un cajón con hojas y flores y una mesa de madera plegable donde tiene su materia prima.

El dibujo es muy preciso marcando los contornos nítidos mientras observamos una explosión de colorido, tanto en las flores como en los atuendos. Para redondear esta obra espectacular, los juegos de luz añaden una sutileza que acrecienta la exquisita sensibilidad que se desprende de los muchos detalles del cuadro. Fíjate el contraste entre el primer plano de los niños, bañados en luz, y la semi-penumbra del fondo con el jardín, la reja y el edificio. Esta semi-penumbra es además gradual y se va aclarando de izquierda a derecha. Con todo esto, la sensación de realismo perspéctico es total. Vete recorriendo con tu mirada detalles como los brillos y la suciedad de las botas, las superficies vegetales, los detalles de las ropas…

Y, por cierto… ¿le han comprado los niños ramitos de flores a la joven vendedora?

NIÑOS. NUÑEZ DE VILLAVICENCIO.

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La lámina que contemplas es un detalle lateral del cuadro original. Una niña con su madre en una escena tierna y entrañable. Este pintor, contemporáneo de Goya se caracteriza por cuadros de género que nos muestran el Madrid de la época.

NIÑOS COMIENDO MELÓN Y UVAS. BARTOLOMÉ ESTEBAN MURILLO.

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Aunque más conocido en España por su pintura religiosa, Murillo desplegó toda su ternura y cariño a la hora de pintar sus numerosos cuadros de temas infantiles. En ellos no existen grandes temas ni preocupaciones, más bien son obras de género en las que se suceden las escenas cotidianas, con niños jugando, comiendo, despiojándose, etc. A pesar de las duras condiciones de vida de la España del XVII, Murillo se muestra extraordinariamente comprensivo y cercano a los niños, los retrata con sumo respeto y complicidad aún cuando los mozalbetes vayan descalzos, sucios, con las ropas rotas y viejas. Para el espectador son escenas graciosas, cercanas y amables, no exentas de gran naturalismo, es decir, no se esconde la triste realidad pero se le da un aire optimista y vital.

En este “Niños comiendo uvas y melón” existen muchos detalles barrocos: fuerte contraste entre el primer plano bañado en luz y un fondo oscuro, posturas retorcidas y caprichosas y representación de la realidad tal cual aunque no sea bella (pies sucios, moscas en el melón, restos tirados por el suelo, miseria, niños vagabundos).

Murillo nos deleita con deliciosos guiños como la mirada cómplice de los dos picaruelos, el escupitajo de una pipa de melón, la cesta rota y remendada y la cara de satisfacción por haber conseguido comida. No cabe sino sentirse cercano a estos dos muchachos captados en un momento tan simpático.

PRIMEROS PASOS. VINCENT VAN GOGH.

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Nuestro admirado Van Gogh nos muestra aquí una entrañable escena en la que una niñita aprende a andar con la ayuda de sus padres. Mientras la madre la sostiene, el padre ha abandonado la carretilla y la pala para recibirla (si es que antes no se cae por el camino).

Como siempre en los cuadros del genial pintor holandés vemos pinceladas saturadas de óleo y ausencia de líneas rectas. Él decía que en la naturaleza no existe la recta y así optaba por retorcer casas, árboles, surcos, personas, etc.

Lo gracioso de la escena no esconde la preciosidad de la paleta de colores, todos ellos muy vivos y la potente luz mediterránea que tanto le cautivó durante su estancia en la Provenza francesa.

ESCENA DE PLAYA. WINSLOW HOMER.

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Pintor norteamericano, muy poco conocido en España, Homer hace gala de una exquisita sensibilidad al pintar uno de sus temas favoritos: los niños.

Al borde del mar, ¿qué niño no disfruta a tope? Pues es lo que aquí vemos. En un día nublado un numeroso grupo de niños y niñas juegan alegremente con las olas mientras en la lejanía unos veleros surcan el horizonte.

Las distintas vestimentas caracterizan ambos sexos y el pintor se fija en los comportamientos tan distintos de unos y otras. Mientras los chicos se adentran más en las olas rompientes, las niñas prefieren no mojarse tanto y restan en la arena en actitudes más tranquilas y prudentes.

Espacialmente el cuadro está estructurado en tres niveles horizontales: el cielo, el mar y la arena mojada. Sobre este último nivel resulta impactante el nivel de perfección conseguido con los reflejos de los niños sobre la superficie cristalina de la playa.

Sorpréndete con los vestidos, los sombreritos, los juegos, los peinados…

¿Has descubierto a la única niña con botitas? ¿Y a una con sombrero chino?.

Los detalles son muy atractivos aunque Homer prefiere un dibujo poco marcado y unos contornos poco definidos.

PRÍNCIPE BALTASAR CARLOS EN TRAJE DE CAZA. VELÁZQUEZ.

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Se trata de un retrato oficial de la corte, de un personaje real y en pose. Sin embargo el genio de Velázquez consigue mostrarnos la gracia y el desparpajo infantil del joven príncipe.

Baltasar Carlos, hijo de los reyes Felipe IV y Mariana de Austria era la gran esperanza de la monarquía de cara al futuro ya que desde muy jovencito mostró buenas dotes para la caza y la equitación, consideradas entonces las actividades más adecuadas para un buen monarca. No obstante su temprana muerte a los 16 años sumió en el dolor y el desconsuelo al país, preocupado por una monarquía cada vez más agobiada por la crisis económica, la inflación desbocada, la pérdida de colonias e influencia y el declive general del imperio.

Velázquez, pintor de cámara de los reyes, pintó numerosos retratos cortesanos, siempre caracterizados por la contención y elegancia de dibujo y color, así como por una sensación de tranquilidad y sosiego.

Aquí el chico, orgulloso con su escopeta, vestido con botas, guantes, un jubón de ante y un alegre sombrerito nos mira divertido con sus rasgos faciales magistralmente captados. Dos chuchos en actitud contraria posan junto a él, el de la izquierda es muy hermoso y está recostado mientras que el de la derecha (cortado por la amputación del cuadro) es un manojo de nervios en tensión máxima.

La alternancia de claros y oscuros embellece aún más el paisaje con la sierra de Guadarrama nevada al fondo y una gruesa encina en primer término.

LA ESCUELA RURAL. WINSLOW HOMER.

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De nuevo Winslow Homer y de nuevo una temática infantil. En este caso la comprendemos inmediatamente ya que es una escuela rural del estados Unidos de principios del siglo XX.

La señorita se esfuerza en explicar la lección a un variopinto grupo de niños y niñas de edades diversas y en actitudes contrapuestas. Los niños trabajan indistintamente en grupo o individualmente siguiendo la lectura de un libro que tienen en sus manos al igual que la maestra. La penuria de medios es evidente, tanto en los niños (algunos van descalzos y con ropas viejas y raídas) como en las instalaciones (mesa y bancos antiguos y gastados, suelo de maderas anticuado, suciedad general, paredes mal pintadas, cortinas heterogéneas…)

Homer ha logrado un efecto lumínico genial en la luz que se cuela por las ventanas y que baña poderosamente el aula. Esto es así porque la escuela está en pleno campo

( un verde prado asoma tras los cristales ). La luz solar impacta en el suelo, los bancos, las mesas, atraviesa las cortinas y crea una cálida atmósfera.

A ver si eres capaz de encontrar:

FRANZI SENTADA EN UNA SILLA ESCULPIDA. ERNST LUDWIG KIRCHNER.

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Intenso cuadro tanto en el color como en la pincelada que nos presenta un primer plano de una muchacha con mirada concentrada y gesto de introspección. El expresionismo es un movimiento artístico, fundamentalmente alemán, acaecido entre el final del siglo XIX y principios del XX. Los pintores expresionistas deseaban reaccionar contra el impresionismo mediante pinceladas enérgicas muy pastosas, colores estridentes en fuertes contrastes, contornos negros de gran grosor y un aire general de primitivismo y sencillez compositiva.

Todo esto lo puedes ver en esta obra en la que existe una caprichosa secuencia de la niña en primer plano y el rostro esculpido en la silla en la que está sentada. Los colores no corresponden con lo real (cara verde, pelo verdinegro, labios anormalmente rojos…). Observa que, a pesar del aspecto caprichoso de la representación general, Kirchner logra capta perfectamente la psicología y el momento gestual del personaje.