EDWARD HOPPER. UN REALISMO PESIMISTA.

No es la primera vez que la PINACOTECA COSSÍO expone cuadros de Hopper pero sí que es la primera oportunidad en que le dedicamos una exposición monográfica, para él solito.

Hopper nació en 1882 en Nueva York, estudió diseño comercial y posteriormente arte. Viajó por Europa y admiró a Velázquez, Goya, y Manet. Murió en 1967 en su Nueva York natal.

Su obra, enmarcada en el realismo norteamericano del siglo XX, es muy personal y reconocible. Inmerso en una época de abstractismo, Hopper siempre fue fiel al realismo y con su estilo influyó mucho en la vuelta al arte figurativo e incluso fue precursor del arte pop (Andy Warhol y Roy Lichtenstein).

Una de las constantes en el arte de Hopper es la soledad de los seres humanos, en todos sus cuadros llama la atención que todos los personajes representados son personas solitarias, concentradas en sí mismas, invadidos por la tristeza y la melancolía.

A nivel técnico, las composiciones espaciales son limpias y claras, la geometría ordena las pinturas de Hopper. Son cuadros de pocos elementos tratados con gran sencillez, los colores son planos (no están gradados) y las líneas arquitectónicas son un recurso frecuente utilizado para subrayar la soledad y desvalimiento de la figura humana.

HABITACIÓN DE HOTEL (1931).

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Sobrecogedora escena de una gran soledad y melancolía, como es frecuente en las obras de este maestro del realismo. Un personaje femenino aislado, pensativo y concentrado se encuentra sentado sobre la cama con el equipaje sin deshacer y leyendo un libro. El escenario es una fría y geométrica habitación de hotel , símbolo en ocasiones del desvalimiento de seres humanos y de su dificultad para comunicarse y relacionarse.

La diferencia entre luces y sombras es muy fuerte y las líneas que las separan muy nítidas. Se produce así una cierta geometrización de la escena que contribuye a crear esa atmósfera triste y fría, típica de Hopper.

Las áreas de color son planas, es decir, los colores son uniformes, no gradados y las arquitecturas son desnudas e impersonales. La imposibilidad de ver la cara de la chica (está en sombra) acentúa la sensación de aislamiento y angustia vital.

GAS (1940)

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¿Has visto el gran tamaño de esta lámina? ¿Qué gozada, eh? Pues bien, es la primera vez que exponemos una obra con estas medidas pero afortunadamente no va a ser la última.

Aparte del tamaño, la obra aporta curiosidades: el juego de luces es verdaderamente interesante ya que contrasta un primer plano fuertemente iluminado desde la derecha mediante una luz blanquísima que suponemos artificial, con un fondo boscoso sumido en una progresiva oscuridad, acentuada hacia la derecha en la masa arbórea que bordea la carretera.

El sitio es solitario, tanto como el único hombre que ahí aparece, es un lugar de la América profunda, tal vez el medio-oeste y la carretera es tan estrecha y mal asfaltada que sin duda se trata de una ruta apartada de los itinerarios principales.

No podemos terminar sin llamar tu atención sobre los bellísimos tonos y contrastes cromáticos que muestra esta obra: amarillo, verde claro, oscuro, blanco y un extraordinario rojo intenso en los surtidores, por cierto, de un modelo antiguo pero muy interesante, ¿no te parece?

NIGHTHAWKS. (1942).

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En un bar de esquina, muy típicamente americano de los años 30-40 y con una gran frialdad, personajes solitarios con vidas problemáticas ahogan sus preocupaciones en esa barra triste e impersonal, de hecho el título del cuadro es “halcones nocturnos”. Hopper subraya la soledad y el aislamiento en que se mueve el hombre contemporáneo especialmente en las grandes urbes. En estos casos los camareros suelen ser confidentes y amigos.

La luz del bar resalta sobremanera sobre la oscuridad de la calle y la ausencia de calor humano se hace palpable. La bella pelirroja era la mujer de Hopper y suponemos que él sea el caballero de al lado. Los fuertes contrastes lumínicos y cromáticos marcan mucho esta obra.

CONVERSACIÓN NOCTURNA (1949).

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Lo primero que te llama la atención es sin duda que sea una conversación nocturna y entre tanta luz por la ventana. Pero si te fijas bien, es una luz artificial, probablemente de una farola que entra a raudales y baña la habitación con contrastes acentuados de claroscuros.

Como variación en los cuadros de Hopper, en este caso hay tres personajes que se relacionan, charlan y se miran, incluso el chico sentado en la mesa gesticula con su brazo. Ese es el único rasgo de calidez porque el entorno arquitectónico es extraordinariamente frío, paredes desnudas, pilares altos, ausencia de cortinas y persianas... En cuanto al mobiliario...¡está vacío! No hay nada, libros, papeles, material de oficina, nada. ¿Están de mudanza? ¿Les han robado todo? ¿Es un edificio abandonado?. No sabemos. De lo que si estamos seguros es de los gestos, actitudes y posturas de los tres personajes: son inexpresivos y robóticos.

TEATRO SHERIDAN. (1928)

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Estamos en el interior de un teatro tipo ”Bretón de los Herreros”, concretamente en los pasillos de acceso a la sala principal. A pesar de la calidez arquitectónica bellamente iluminada por elegantes lámparas de aplique y plafond, volvemos a encontrar espectadores aislados pensativos y distantes. La incomunicación de los seres humanos, tan frecuente en las grandes ciudades, es recurrente en Hopper; y tal vez Nueva York, su ciudad, sea el ejemplo más claro de personas que pese a vivir en una gigantesca urbe, están solas, carentes de familia y amigos.

El teatro es muy bello, fíjate en las balaustradas donde se apoyan los personajes, las elegantes curvas de los pasillos, las columnas con capiteles abiertos en abanico y los generosos volúmenes de este interior.

A pesar de tener todas las necesidades materiales cubiertas, seguramente a todos estos protagonistas de los cuadros de Hopper les encantaría mantener una alegre charla, ver la sonrisa cómplice de un amigo o recibir un cariñoso beso de alguien cercano.