Rembrandt es uno de los mayores genios de la pintura de todos los tiempos. Junto con Vermeer y Franz Hals forma el trío más destacado de pintores barrocos del siglo de oro holandés (el XVII). Es la época de máximo esplendor del imperio colonial de Holanda y consecuentemente, de la riqueza económica de la burguesía de ciudades como Ámsterdam, Delft, Rotterdam, La Haya o Leiden.
Los burgueses ricos hacían encargos artísticos a los más prestigiosos pinceles del momento y eso explica que los temas principales sean retratos, interiores domésticos y cuadros de gremios, a diferencia de España, donde el tema principal en este momento era el religioso (casos de Murillo, Ribera, Velázquez, Zurbarán, etc).
Rembrandt Van Rijn nació en Leiden en 1606 y murió en Ámsterdam en 1669, alcanzando la muy elevada edad para la época de 63 años. Esta larga vida la vemos en su evolución pictórica y en su aspecto físico a través de sucesivos autorretratos que nos lo muestran desde muy jovencito hasta prácticamente el año de su muerte.
Al principio definía muy bien los contornos y las pinceladas, pero con el tiempo éstas son cada vez más libres y sueltas, incluso deshilachadas. Lo que resulta portentoso es su manejo del claroscuro, muy exagerado como siempre en el barroco, consiguiendo efectos escenográficos de luces y sombras muy forzados y contrastados.
Tocó muchos temas: paisajes, cuadros de historia, mitológicos, bíblicos, y sobre todo retratos. Retratos individuales y colectivos; su esposa, gremios de la época, él mismo, parejas, familias, etc.
Predominan los tonos ocres y dorados pero cuando aparece el rojo es espectacular y fulgurante.
En cada retrato bucea en el personaje, lo desnuda para nosotros y nos muestra sus sentimientos, su historia y su estado de ánimo, todo.
Su pintura es arrebatada y pasional, llena de fuerza y no olvida lo escabroso, lo feo y lo macabro.
Curioso tema el de la disección de un cadáver, algo que solamente encontramos en el barroco. El doctor Tulp inicia la disección ante la atenta mirada de siete personajes. El cadáver pertenece a Aris Klindt , colgado por ladrón y lo sorprendente es que la autopsia se comience por el antebrazo en vez de por el tronco. No se ahorran detalles los tendones, los músculos, las pinzas separadoras y el tono blanquecino del cuerpo en contraste violento con los negros atuendos de los alumnos. Las arquitecturas están sólo esbozadas, mientras los rasgos físicos y las vestimentas despliegan un verdadero lujo de detalles.
Una luz dorada, mágica, muy holandesa marca un bucólico paisaje con un río, un puente y un bosque. No es muy frecuente encontrar paisajes en la obra de Rembrandt, pero los pocos que tiene son fabulosos. La naturaleza es lo principal, los personajes son irrelevantes. El conjunto resulta extraordinariamente sugerente y romántico, tan efectista como corresponde al gusto barroco. Fuerte claroscuro, reflejos rojizos, atardecer entre nubes de tormenta, todo nos lleva a la belleza salvaje de las fuerzas de la naturaleza.
Cuadro típico holandés de retrato colectivo de gran formato reflejando un gremio, en este caso los arcabuceros, encargantes de la obra. Aparecen a la salida de una callejuela cuando comienzan a dispersarse por una plaza. Los milicianos acaban de romper la formación y Rembrandt los coloca desordenados por el espacio.
No les gustó a algunos aparecer de distinto tamaño como era normal en este tipo de cuadros. Encontramos cosas raras como un enano o un joven con un ave, ambos de difícil engarce en la obra.
El claroscuro es vivísimo y las calidades pictóricas espectaculares en los arcabuces, instrumentos musicales, trajes y sobre todo, en las expresiones y los gestos.
Para su traslado al palacio real la tela fue cortada por tres lados y hoy es más pequeña que en origen. Es una de las obras maestras de la pintura mundial y el cuadro-estrella del Rijksmuseum de Amsterdam.
Estos síndicos del gremio de pañeros nos atraviesan con sus miradas como si estuviesen conversando con nosotros.
Es un retrato de grupo tradicional pero muy equilibrado en la distribución de los personajes en el espacio.
La escena está bañada por una luz cálida, existe gran lujo de detalles y un poderoso colorido con fuertes contrastes (blanco-negro-rojo-blanco).
La luz lateral marca mucho los claroscuros y subraya el instante fugaz de la captación de la pose de nuestros amigos como si fuesen a ser fotografiados.
A pesar del título, parece tratarse de una escena bíblica, o de los retratos de Titus (hijo de Rembrandt) y su esposa Magdalena Van Loo.
En todo caso, es una pareja burguesa y rica a la que una extraordinaria fuerza cromática y lumínica aísla del oscuro fondo.
El gesto cariñoso, el roce corporal, las miradas enamoradas, la riqueza de sus trajes...todo es precioso en esta obra maestra. Puedes observar una pincelada suelta y muy cargada de óleo, como va a ser característico en la última etapa de la vida de Rembrandt.
Dramática confesión de la vejez este autorretrato realizado el mismo año de su muerte. Nos enseña los efectos del tiempo no sólo en los rasgos faciales sino también en la actitud. Fondo oscuro y neutro que realza la expresión facial y una pose elegante de tres cuartos como se hace siempre en los estudios fotográficos. La pincelada es extremadamente suelta como solía ser frecuente en sus últimos años pero eso no impide la plasmación de las arrugas en la cara y en el cuello, la papada, los ojos ya sin brillo, muestra del desencanto y de haber sufrido muchos disgustos en la vida.
Junto con Van Gogh, Rembrandt es el pintor que más autorretratos pintó.
Insuperable expresión la lograda por Rembrandt en el rostro del apóstol San Pablo. El rostro arrugado, cansado y anciano se sobresalta con una inusual apertura de ojos que recrea un ensimismamiento en su cavilar y un momento de sorpresa al ocurrírsele o acordarse de algo.
San Pablo se nos muestra canoso, sucio, descalzo y pobre. Concentrado en sus libros y rodeado de objetos se lleva la mano a la boca en un gesto muy propio de meditación e introspección.
Los efectos barrocos son muy claros: la oportuna luz lateral que proviene de la ventana baña todo el cuerpo de Pablo y subraya su gesto. En cuanto a cromatismo dominan los tonos ocres y grisáceos, rotos tan solo por el muy claro amarillo de la luz sobre la pared del fondo.