El estilo Barroco se dio en Europa en los siglos XVII y XVIII y se extendió también por Iberoamérica llevado por los españoles.
Surgió como reacción frente al arte renacentista, muy formal, normativo y desnudo; el barroco es lo contrario: contrastes acusados, gran libertad creativa, exageraciones pasionales y teatralidad.
Uno de los aspectos pictóricos más aparentes y meritorios del estilo barroco es el claroscuro, llamado a veces tenebrismo. Consiste en hacer incidir la luz sobre objetos y personajes, creando unos efectos potenciados de luces y sombras que determinan una atmósfera y una perspectiva que llaman mucho la atención.
En épocas antiguas, las escenas se representaban sin tener en cuenta la luz y su contrario: la sombra. Es realmente difícil pintar los efectos lumínicos ya que son muy sutiles y obligan a matizar finamente la gama tonal de los colores, más apagados o más encendidos según la incidencia de la luz sobre ellos.
Existen también las dificultades añadidas de diferenciar la luz natural de la luz artificial y de definir el foco emisor de luz (cenital, lateral, central, etc)
En el barroco la luz se hace muy efectista y no importa que refleje fidedignamente la realidad. Importa más lo impactante, los contrastes brutales entre luces y sombras y la iluminación exagerada de lo que se desea resaltar, un personaje, un objeto, una estancia…El claroscuro lo podemos encontrar en otros periodos artísticos pero nunca tan subrayado como en el barroco. En ocasiones la diferencia entre superficies iluminadas y no iluminadas es total, apareciendo por ejemplo un rostro o un cuerpo bañado en luz y un fondo negro. Sabemos que esto no se da en la realidad puesto que las transiciones luz-sombra son más progresivas y matizadas, pero los artistas barrocos persiguen lo exagerado y brusco, convirtiendo esas transiciones en completos contrastes de algo muy iluminado y lo de al lado totalmente oscuro. Esta técnica permite resaltar lo que se desea y centrar la atención del espectador sobre ello, sin distracciones ni dispersiones.
En esta exposición puedes deleitarte con cuadros de grandes maestros barrocos del claroscuro: Caravaggio, Vermeer, Velázquez y Rembrandt. En todos ellos ves atmósferas mágicas y envolventes protagonizadas por la luz y sus efectos.
Observa que en, ciertos casos, esos efectos nos acentúan la sensación de profundidad y tridimensionalidad, engaño visual muy necesario en la pintura. Diferenciar los distintos planos con iluminación diferente crea la ilusión de espacio físico y corporeidad de los personajes y objetos. ¿No te parece que incluso puedes respirar ese aire y ver el polvo flotando iluminado por los haces de luz?
Curiosa escena muy típicamente barroca. Los gestos son forzados y teatrales y la temática completamente antiheróica. La cara y las manos presentan gran afectación, una gesticulación exagerada. Las naturalezas muertas destacan por su virtuosismo, fíjate en el jarro de agua, las flores, las cerezas…Y el claroscuro, tan especial, lo iluminado aparece radiante y las sombras intensas contrastan con ello.
La suprema elegancia de este genio holandés queda plasmada en esta escena de un geógrafo inclinado sobre sus planos, mapas-mundi y objetos diversos. El claroscuro es más tenue y gradual que en Caravaggio y la recreación del ambiente interior sublime. Nadie como Vermeer refleja los ricos interiores de salones holandeses del XVII.
Fondo negro para resaltar la belleza y la sensualidad de esta joven sorprendida por el pintor en una pose muy favorecedora. Sus labios carnosos, su mirada intensa, su misterioso turbante y los juegos luces-sombras nos descubren un cuadro enigmático que incluso ha inspirado un libro y una película.
Espectacular y primorosa representación de Jesucristo, verdadero compendio de todo lo que debe inspirarnos: lástima, compasión, ternura…El gran pintor sevillano retrató una magistral media cara y la otra la cubrió con una dramática melena. El fondo negro y un cristo bañado en luz dramatizan todavía más un escena ya de por sí trágica.
Observa la espectacular atmósfera que envuelve esta escena. El aire es límpido y resalta acusadamente las figuras que aparecen bañadas por una luz espectral. Fíjate que están haciendo trampas (cartas escondidas, señas del cómplice…) y el pobre panoli está a punto de ser estafado. Alucinante las calidades de los objetos: pluma en el sombrero, tejidos, dados, vestimentas….
El famoso dios del vino, llamado Dionisos en Gracia y Baco en el imperio romano ha adoptado históricamente diferentes aspectos. En esta ocasión Caravaggio lo pinta como un joven, casi adolescente, acompañado de los típicos atributos que en La Rioja conocemos tan bien: hojas de parra, racimos de uva, recipientes con vino…y sobre todo: los tonos sonrosados de sus mejillas.
Puedes contemplar lo primoroso de los brillos de las frutas, del vidrio y del vino. Observa además el fondo neutro que realza y concentra nuestra atención en el primer plano y la luz intensísima tan peculiar de Caravaggio.
Jóvenes con instrumentos musicales, partituras, en definitiva, música. La música tiene mucho de espiritualidad, de sentimiento y por ello Caravaggio pinta un cupido (a la izquierda en segundo plano) para subrayar el sentido de cortejo amoroso que la música resalta.
Luces y sombras acusadas, paños espectaculares rojos y blancos y sentido general de teatralidad en la gesticulación son los ingredientes que puedes ver en esta obra.
Ya conoces esta maravilla del Rijmuseum de Ámsterdam. Rembrandt Van Rijn es otro de los maestros del claroscuro y aquí lo ves claramente. Fíjate si está bien hecho el contraste de zonas iluminadas y zonas en penumbra que es muy difícil saber si la escena se desarrolla en un interior o en la calle.
Los personajes son del gremio de arcabuceros pero también está un personaje femenino misterioso bañado en luz. Recréate en las enseñas, las armas, los ropajes, todo resulta de un realismo muy sugerente.