PAUL GAUGIN.

A Gaugin (1848-1903) lo enmarcamos dentro de los pintores franceses post-impresionistas junto con Van Gogh, Toulouse-Lautrec y Cezànne. No obstante, con Gaugin sucede lo que con todos los grandes genios: es tan peculiar y original que resulta difícil de encasillar.

Amigo de Van Gogh, llevó una vida tormentosa y difícil. Cambió varias veces de lugar de residencia, sufrió la pobreza y la miseria y soportó graves enfermedades.

Harto de todo decidió trasladarse a Tahití ( Polinesia Francesa) en 1891 pero incluso aquí las cosas no le fueron fáciles y acabó desesperado, alcohólico, enfermo y solo.

Su pintura destaca ante todo por el colorido, variado e intenso, con tonos vivos y contrastados. Él era partidario de utilizar los colores más fuertes posibles, yendo más allá que la propia naturaleza. Su pintura acusa influencias orientales, impresionistas y polinesias. Todo ello da como resultado un estilo impregnado de primitivismo y simbolismo.

La exposición que contemplas consta de tres obras tahitianas llenas de color y exotismo, que caracterizan muy correctamente la etapa polinesia de nuestro protagonista.

PAISAJE DE TAHITÍ. 1891-1893.

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El volcán del fondo, el camino, la exuberante vegetación, el cielo azul y el campesino son los elementos definitorios de esta bellísima composición de colorido extremo.

Gauguin utiliza una gran simplificación en los detalles (por ejemplo el perro, el prado o el campesino) pero se entrega a una verdadera orgía de color, rojos, verdes, rosas, azules, ocres, naranjas, todos ellos intensos y sugerentes. Tienes que tener en cuenta que en Tahití (clima tropical en el Pacífico sur), la realidad es muy variada cromáticamente, las tierras, las plantas y las frutas parecen un muestrario de pinturas. Lo único que hace Gauguin es subrayar este aspecto. La contemplación de este lienzo nos produce tranquilidad y sosiego, ¿no te gustaría perderte unos días en estas paradisíacas islas de Polinesia?.

I RARO TE OVIRI.

Una pareja de polinesios con sus bellos pareos conversan al borde del mar acompañados por un chucho. La chica de la pértiga transporta frutas tropicales y su compañero un canasto. Al fondo otro personaje está sentado sobre un tronco y las grandes olas del océano Pacífico rompen con blancas crestas sobre la playa.

Predominan los tonos añil-violeta pero encontramos también rojos y verdes que dinamizan el panorama cromático. Los lugareños llevan largas melenas lisas, están bronceados, se adornan con pendientes y pulseras y mantienen un ritmo de vida calmado.

MAHANA NO ATUA.

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Los tonos rosados y rojos dominan en este caso la composición. En primer plano dos muchachas dormitan desnudas mientras su compañera se atusa el pelo y remoja sus pies en el agua. En un plano posterior un altar con un ídolo polinesio una pareja porta ofrendas sobre una tabla, otra danza, una madre cuida de su bebé y dos músicos tocan su flauta. Al fondo la playa, con una canoa de tres remeros, un jinete a caballo, una cabaña, palmeras y acantilados volcánicos. Las olas espumosas sirven de telón.

Los pareos rojos y blancos, las pieles oscuras, los rasgos polinésicos y la bondad del clima nos sumergen en una atmósfera sensual y envidiable. Bello destino para el viaje de estudios...¿no te parece?.