LA RENDICIÓN DE BREDA. (LAS LANZAS).
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Óleo sobre lienzo.

En este gran cuadro, Velázquez nos muestra un episodio histórico sucedido en Breda (Holanda) en 1625, cuando los tercios españoles derrotaron a los holandeses y tomaron la mencionada ciudad, acontecimiento incluido en la guerra de los treinta años que finalmente acabaría con la derrota de España y la independencia de los Países Bajos.



En la escena puedes observar como, en un paisaje donde todavía humean los restos de la batalla, los españoles están a la derecha y los holandeses a la izquierda. Ambos grupos llevan vestimentas diferentes y armamento desigual, los españoles lanzas y los holandeses picas y fusiles. El protagonismo lo ostentan, en el centro de la composición, dos personajes, el español Ambrosio de Spínola a la derecha, recibiendo la llave de la ciudad de Breda, que humildemente le entrega el gobernador, Justino de Nassau, en señal de rendición y sometimiento.

La tranquilidad, el sosiego y el profundo respeto por los personajes, tan típicos de las obras de Velázquez, aparecen también aquí. La dignidad del vencido, que se inclina sumisamente ante el vencedor tiene su réplica en la actitud cariñosa y tierna de éste, que le sonríe cortésmente y le da una palmadita en la espalda. Velázquez huye de convencionalismos y el tema bélico nos lo muestra con exquisita sensibilidad: sangre, muerte y destrucción quedan sólo insinuadas por las humaredas del fondo y no hay generales victoriosos soberbios y engreídos. Todo lo contrario, el general español hace gala de una virtud excepcional: la clemencia y la compasión hacia el vencido, huyendo de toda humillación.

El objeto simbólico central del cuadro, la llave, queda destacado por su situación central y, sobre todo, por el contraste entre su color negro y el fondo de tonos claros que se sitúa inmediatamente detrás. Las lanzas españolas realzan la perspectiva del paisaje posterior y varias aparecen torcidas para dar mayor veracidad.

El realismo es total y puedes apreciar incluso las texturas diferentes de los tejidos: lana, bordados, gasa, seda, ante, etc. Velázquez se recrea en la representación de los personajes y los estudia sicológicamente, convirtiendo esta obra en una galería de retratos. Si te fijas, verás a los españoles más contentos que los holandeses, no en vano son los victoriosos y llevan enormes patillas y gruesos bigotes.. El paisaje del fondo es plano y brumoso como corresponde a esa zona, aunque sabemos que Velázquez nunca estuvo en Holanda.

EL ESTILO:

 Velázquez, como buen pintor barroco, gusta de la composición abigarrada, el naturalismo en lo representado (incluyendo lo feo y macabro, pero tratado delicadamente ) , las posturas sinuosas  y los fuertes contrastes de color y de luces y sombras. La curva está siempre presente como puedes ver en el caballo (visto desde atrás y girando), los pliegues de vestidos , botas y foulards, cabellos, sombreros, etc.

Las superficies brillan a veces como el caso de los cuartos traseros del caballo que parece estar recién cepillado, o la camisa blanquísima del holandés que habla con un compañero y cuyo caballo parece escuchar interesado la conversación.

Entre el primer plano (los combatientes y sus líderes) y el fondo (paisaje) encuentras un plano intermedio (tras la llave) donde aprecias tropas, armas y estandartes reflejados en tonos pastel claros para contrastar con la famosa llave. Por si fuera poco, los soldados de este plano intermedio están bañados por un chorro de luz muy efectista.

Para que nos sintamos en cierto modo partícipes del cuadro, Velázquez recurre a dos trucos : colocar personajes de espalda (como estamos nosotros) y otros que nos miran fijamente, lo que nos hace sentir dentro de la acción. El personaje situado en el borde derecho, joven y elegante es el propio Velázquez que se ha autoretratado con un gracioso bigote y una pose estudiada (él era muy presumido).

Como en muchos cuadros originales, aquí observamos arrepentimientos (el pintor rectifica lo que desea pintando encima, pero como el óleo se oxida con el tiempo, pierde densidad y aparece debajo lo supuestamente borrado) Si quieres comprobarlo mira el sombrero del español de la primera lanza de la izquierda. Velázquez juega con la luz y hace que resalte lo que le interesa, rostros, manos, tejidos, contraponiéndola acusadamente con zonas de sombra y en ese contraste puedes notar la viveza y fuerza de la escena.

Para subrayar la lejanía , utiliza varios procedimientos: punto de vista alto (vemos mucho paisaje) y difuminado del paisaje del fondo (al igual que en la realidad, cuando miramos montañas lejanas, no las vemos nítidas, sino con sus contornos borrosos).

Existe un esquema compositivo estructurado en dos diagonales imaginarias que van desde el caballo hoalndés al español la primera y la segunda desde las lanzas al holandés de abrigo de ante claro.

A VER SI ENCUENTRAS

El Autor:

Diego de Silva Velázquez nació en Sevilla en 1599 de padre portugués y madre española y murió en Madrid en 1660. Viajó dos veces a Italia , lugar de grandes artistas, donde aprendió mucho sobre los grandes maestros y sus obras. Fue nombrado por el rey Felipe IV pintor de cámara (Pintor oficial) y ello significó una acomodada posición social y económica para toda su vida además de tener repetidos encargos para retratar a los miembros de la familia real (en aquel tiempo no existía la fotografía). Sus obras son muy variadas: mitológicas (Marte, Venus del espejo, Los Borrachos, La fragua de Vulcano, Las Hilanderas), paisajes (Villa Médicis), retratos (Felipe IV, Mariana de Austria, Los bufones, Conde-Duque de Olivares, Inocencio X), religiosas (Cristo crucificado, Adoración de los magos, la Túnica de José), costumbristas (Vieja friendo huevos, El aguador de Sevilla), bélicas ( Las Lanzas).